MILITANCIA PARA LA VICTORIA

MILITANCIA PARA LA VICTORIA

IRROMPIBLE DEMOCRACIA PARA SIEMPRE
PATRIA PARA TODOS IRREVERSIBLE






DATOS DE LA COMUNA


Habitantes: 182627 Superficie: 14,20 Densidad: 12.861,06

Barrios: Agronomía, Chacarita, La Paternal, Parque Chas, Villa Crespo, Villa Ortuzar.

Calles que delimitan la Comuna 15:Córdoba, Avenida Dorrego, Avenida Álvarez Thomas, Avenida Forest, La Pampa, Avenida Salvador María del Carril, Campana, Gutemberg, Avenida San Martín, Arregui, Gavilán, Avenida Álvarez Jonte, Avenida San Martín, Avenida Ángel Gallardo, Avenida Estado de Israel.


viernes, 6 de agosto de 2010

ILUSTRES DE LA 15

HAROLDO CONTI
"ESTE ES MI LUGAR DE COMBATE Y DE AQUÍ NO ME VOY"


http://www.youtube.com/watch?v=Wwi3IbRYVxY

Un homenaje merecido
Por Eduardo Anguita
El 5 de mayo de 1976, cuando se cumplían 158 años del nacimiento de Carlos Marx y 161 de la muerte de Napoleón Bonaparte, un grupo del batallón 601 montó una trampa en la casita que el escritor Haroldo Conti tenía en la esquina de Fitz Roy y Humbolt, en pleno Villa Crespo. Los del 601 eran los de Inteligencia y el genial Conti, en esa oportunidad, no era más que un conejo al que los inteligentes cazarían para alimentar la máquina del terror. Marta Scavac, su compañera, estaba con él esa madrugada y dio testimonio de la salvajada: "Apenas entramos, unos diez hombres estrafalariamente vestidos con vinchas, gorras y ropas raras, se nos vino encima. Inmediatamente me ataron las manos detrás de la espalda y me cubrieron, con ropa, la cara y la cabeza. Escucho que hacen lo mismo con Haroldo; aunque él se resiste, no es fácil reducirlo, es muy fuerte, pero le dicen que se quede quieto por el pibe, se referían al bebito (Ernesto, hoy un periodista de 32 años). "Señora, ¿cómo una mujer de su clase se metió en esto?" le preguntó uno de los inteligentes. "Le pedí que me explicara quiénes eran, qué querían. Me respondió que estábamos en guerra" dijo Marta. "O nosotros los matamos o ustedes nos matan a nosotros" contestó el inteligente. "Escucho que sigue rompiendo papeles. Le suplico que no rompa el cuento que Haroldo estaba escribiendo. Después comprobé que dejó la máquina de escribir de Haroldo, junto al borrador del cuento, intacto. Quedó sólo eso sin romper como un símbolo en medio de la casa revuelta, como sacudida por un terremoto" recuerda su compañera años después (revista Crisis, abril de 1986). "Comenzó a molestarse cuanto me preguntó por qué había viajado a Cuba con Haroldo. Le dije el motivo, que Haroldo había sido jurado de novela de Casa de las Américas".
Conti estaba por cumplir 41: había nacido el día de la Patria, un 25 de mayo, en un pueblo de la Pampa tranquila, Chacabuco, donde había ejercido como maestro rural, actor y director de teatro. También fue comerciante y piloto de aviones, aficionado a la pesca y profesor de filosofía. Pero antes de cumplir los 30 se reveló como novelista: con Alrededor de la jaula ganó un premio de la Universidad de Veracruz, y luego ganó el premio de la revista Life y el premio Municipal de Buenos Aires. Pero fue con Mascaró, el cazador americano, que obtuvo su mayor reconocimiento: el Premio Casa de las Américas, cuya primera edición se hizo en Cuba en 1959, el año de la revolución.
En ese 1975, cuando la Triple A organizaba sus ataques desde sedes policiales y de gobierno, los inteligentes ya observaban a Conti. La Dirección de Inteligencia de la Policía bonaerense tenía una división literaria destinada a espiar a personas como Conti. Según el legajo 2516 de los inteligentes, Mascaró "propicia la difusión de ideologías, doctrinas o sistemas políticos, económicos o sociales marxistas tendientes a derogar los principios sustentados en nuestra Constitución Nacional". Las actitudes del escritor –que se desprenden de la trama de la novela– son calificadas como apologéticas, respecto de los revolucionarios y guerrilleros, y como críticas o negativas, respecto de la represión, de la tortura indiscriminada y de la Iglesia Católica. Para demostrar que Mascaró había sido leído por algún entendido, el legajo señala que Mascaró "presenta un elevado nivel técnico y literario" y que Conti "luce una imaginación compleja y sumamente simbólica".
Fuente: www.mediosydictadura.org.ar


http://www.youtube.com/watch?v=CH95Viz_BMs

A mi hermano Haroldo
Por Eduardo Galeano
[Revista Crisis Nº 38, Buenos Aires y diario Excelsior, Mexico, junio de 1976],

Escuchamos el ruido del motor creciendo desde lejos. Estábamos en el muelle, de pie, esperando. Haroldo balanceaba el farol con un brazo; con el otro envolvía a Marta, que temblaba de frío.
El faro buscahuellas atravesò la neblina y nos encontró.
Saltamos a la lancha.
Por un instante alcancé a ver el bote destartalado, bien tirante de la cuerda; en seguida se lo tragó la neblina. En ese bote yo remaba, todas las tardes, hasta la isla del almacén.
La neblina brotaba del río oscuro, como un hervor.
Hacía mucho frío en la lancha. Los pasajeros cuchicheaban. El frío golpeaba más porque se estaba acabando la noche. La Cruz del Sur descendía lentamente tras las negras siluetas de los álamos.
Remontamos un arroyo angosto, luego otro más ancho, y desenbocamos en el rìo. Al mismo tiempo irrumpió en el aire la primera claridad del día.
La vaga luz iba desnudando las casitas de madera medio comidas por las crecientes, una iglesia blanca, las hileras de àlamos, los sauces llorones. Poquito a poco se iluminaban los penachos de las casuarinas.
Me alcè en la popa. Se sentìa un olor a limpio. La brisa fresca me daba en la cara. Me entretuve mirando el tajo de espuma que perseguìaa la lancha y el brillo creciente de las ondas del rìo. Por el aire iba subiendo un calor lento.
Haroldo se habìa parado a mi lado. Me hizo volverme y lo vi, un enorme sol de cobre estba invadiendo la boca del rìo.
Haroldo conoce como pocos este mundo del delta. Sabe cuáles son los buenos lugares para pescar y cuáles los atajos y los rincones ignorados de las islas; conoce el pulso de las mareas y las vidas de cada pescador y cada bote, los secretos de la comarca y de la gente. Sabe andar por el delta como sabe viajar, cuando escribe, por los túneles del tiempo. Vagabundea por los arroyos o anda días y noches por el río abierto, a la ventura, buscando aquel navío fantasma en que navegó allá en la infancia o en los sueños; y mientras persigue lo que perdió va escuchando voces y contando historias a los hombres que se le parecen.
Triste, solo y manso, Haroldo vive al ritmo del río, que corre sin apuro. Cuando llega la violencia, le sube de a poco, como crece suavemente el agua, pero que se cuiden los hijos de puta: la corriente alzada arranca àrboles y casas: lo he vistoe mbestir y le conozco las furias.
¿Cuàntos naufragios sufriò mi hermano Haroldo, ademàs de aquel que le rompiò el barco contra las costas del Brasil? ¿Cuàntas veces creyò descubrir, en la bruma, la perdida nave azul? ¿Cuántas veces se reventò contra las rocas? ¿Para qué escribe mi hermano Haroldo si no es para salvarse y salvar lo que merece ser salvado?.
Los pescadores van y vienen por el Paranà. ¿Qué aventuras prometen o devuelven, hermano Haroldo, el rìo barroso y la alta mar? ¿Encontraràs lo que venìs persiguiendo, un mediodìa cualquiera, en el centro de las aguas o del cielo? ¿O has descubierto ya que tu navío imposible viaja por los caminos del jodido mundo? ¿Es dura la travesía hermano? ¿Andar duele? Al final del recorrido no està la etrenidad sino nosotos. No te detengas. No te vayas a caer, que te andamos precisando.
El rìo se vuelca en la gran vertiente y moja y abraza las islas solitarias. Asì nos dan tus palabras agua y calorcito.
¿Está muerto? Quién sabe. Hoy hace una semana que lo arrancaron de su casa. Le vendaron los ojos y los golpearon y se lo llevaron. Tenìan armas con silenciadores. Dejaron la casa vacía. Robaron todo, hasta las frazadas. Los diarios no publicaron una línea. Las radios no dijeron una palabra. El diario de hoy trae la lista completa de las victimas del terremoto de Udine, en Italia.
Hoy Marta me estrujò llorando, y me dijo: "Dame fuerzas". Ella estaba en la casa cuando ocurriò. Tambien a ella le habìan vendado los ojos. La dejaron despedirse y se quedó con un gusto a sangre en los labios.
Hoy hace una semana que se lo llevaron y yo ya no tengo còmo decirle que lo quiero y que nunca se lo dije por la vergüenza o la pereza que me daba.

Buenos Aires, 12 de mayo de 1976
[De "Haroldo Conti, Biografia de un cazador", de N. Restivo y C. Sanchez, TEA. 1999]
http://www.elortiba.org/hconti.html#A_mi_hermano_Haroldo

ILUSTRES DE LA 15
HAROLDO CONTI SOBRE CORTAZAR


http://www.youtube.com/watch?v=mPURUo0Nhn0

"Este es mi lugar de combate, y de aquí no me voy"
por Gabriel García Márquez (publicado en 1981)

A Haroldo Conti, que era un escritor argentino de los grandes, le advirtieron en octubre de 1975 que las fuerzas armadas lo tenían en una lista de agentes subversivos. La advertencia se repitió por distintos conductos en las semanas siguientes y, a principios de 1976, era ya de dominio público en Buenos Aires. Por esos días, me escribió una carta a Bogotá, en la cual era evidente su estado de tensión. "Martha y yo vivimos prácticamente como bandoleros", decía, "ocultando nuestros movimientos, nuestros domicilios, hablando en clave". Y terminaba: "Abajo va mi dirección, por si sigo vivo".
Esa dirección era la de su casa alquilada en el número 1205 de la calle Fitz Roy, en Villa Crespo, donde siguió viviendo sin precauciones de ninguna clase hasta que un comando de seis hombres armados la asaltó a medianoche, nueve meses después de la primera advertencia, y se lo llevaron vendado y amarrado de pies y manos, y lo hicieron desaparecer para siempre. Haroldo Conti tenía entonces 51 años, había publicado siete libros excelentes y no se avergonzaba de su gran amor a la vida.
Su casa urbana tenía un ambiente rural: criaba gatos, criaba palomas, criaba perros, criaba niños y cultivaba en canteros legumbres y flores. Como tantos escritores de nuestra generación, era un lector constante de Hemingway, de quien aprendió además la disciplina de cajero de banco. Su pensamiento político era claro y público, lo expresaba de viva voz y lo exponía en la Prensa, y su identificación con la revolución cubana no era un misterio para nadie.
Desde que recibió las primeras advertencias tenía una invitación para viajar a Ecuador, pero prefirió quedarse en su casa. "Uno elige", me decía en su carta. El pretexto principal para no irse era que Martha estaba encinta de siete meses y no sería aceptada en avión. Pero la verdad es que no quiso irse. "Me quedaré hasta que pueda, y después Dios verá", me decía en su carta, "porque, aparte de escribir, y no muy bien que digamos, no sé hacer otra cosa". En febrero de 1976, Martha dio a luz un varón, a quien pusieron el nombre de Ernesto. Ya para entonces, Haroldo Conti había colgado un letrero frente a su escritorio: "Este es mi lugar de combate, y de aquí no me voy". Pero sus secuestradores no supieron lo que decía ese letrero, porque estaba escrito en latín.
El 4 de mayo de 1976, Haroldo Conti escribió toda la mañana en el estudio y terminó un cuento que había empezado el día anterior: A la diestra. Luego se puso saco y corbata para dictar una clase de rutina en una escuela secundaria del sector, y antes de las seis de la tarde volvió a casa y se cambió de ropa. Al anochecer ayudó a Martha a poner cortinas nuevas en el estudio, jugó con su hijo de tres meses y le echó una mano en las tareas escolares a una hija del matrimonio anterior de Martha, que vivía con ellos: Myriam, de siete años.
A las nueve de la noche, después de comerse un pedazo de carne asada, se fueron a ver El Padrino II. Era la primera vez que iban al cine en seis meses. Los dos niños se quedaron al cuidado de un amigo que había llegado esa tarde de Córdoba y lo invitaron a dormir en el sofá del estudio.
Cuando volvieron, a las 12.05 horas de la noche, quien les abrió la puerta de su propia casa fue un civil armado con una ametralladora de guerra. Dentro había otros cinco hombres, con armas semejantes, que los derribaron a culatazos y los aturdieron a patadas. El amigo estaba inconsciente en el suelo, vendado y amarrado, y con la cara desfigurada a golpes. En su dormitorio, los niños no se dieron cuenta de nada porque habían sido adormecidos con cloroformo.
Haroldo y Martha fueron conducidos a dos habitaciones distintas, mientras el comando saqueaba la casa hasta no dejar ningún objeto de valor. Luego los sometieron a un interrogatorio bárbaro. Martha, que tiene un recuerdo minucioso de aquella noche espantosa, escuchó las preguntas que le hacían a su marido en la habitación contigua. Todas se referían a dos viajes que Haroldo Conti había hecho a La Habana. En realidad, había ido dos veces ―en 1971 y en 1974―, y en ambas ocasiones como jurado del concurso de la Casa de las Américas. Los interrogadores trataban de establecer por esos dos viajes que Haroldo Conti era un agente cubano.
A las cuatro de la madrugada, uno de los asaltantes tuvo un gesto humano, y llevó a Martha a la habitación donde estaba Haroldo para que se despidiera de él. Estaba deshecha a golpes, con varios dientes partidos, y el hombre tuvo que llevarla del brazo porque tenía los ojos vendados. Otro que los vio pasar por la sala, se burló: "¿Vas a bailar con la señora?". Haroldo se despidió de Martha con un beso. Ella se dio cuenta entonces de que él no estaba vendado, y esa comprobación la aterrorizó, pues sabía que sólo a los que Iban a morir les permitían ver la cara de sus torturadores. Fue la última vez que estuvieron juntos.
Seis meses después del secuestro, habiendo pasado de un escondite a otro con su hijo menor, Martha se asiló en la Embajada de Cuba. Allí estuvo año y medio esperando el salvoconducto, hasta que el general Omar Torrijos intercedió ante el almirante Emilio Massera, que entonces era miembro de la Junta de Gobierno Argentina, y éste le facilitó la salida del país.
Quince días después del secuestro, cuatro escritores argentinos ―y entre ellos los dos más grandes― aceptaron una invitación para almorzar en la casa presidencial con el general Jorge Videla. Eran Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Alberto Ratti, presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, y el sacerdote Leonardo Castellani. Todos habían recibido por distintos conductos la solicitud de plantearle a Videla el drama de Haroldo Conti. Alberto Ratti lo hizo, y entregó además una lista de otros once escritores presos. El padre Castellani, entonces tenía casi ochenta años y había sido maestro de Haroldo Conti, pidió a Videla que le permitiera verlo en la cárcel. Aunque la noticia no se publicó nunca, se supo que, en efecto, el padre Castellani lo vio el 8 de julio de 1976 en la cárcel de Villa Devoto, y que lo encontró en tal estado de postración que no le fue posible conversar con él.
Otros presos, liberados más tarde, estuvieron con Haroldo Conti. Uno de ellos rindió un testimonio escrito, según el cual fue su compañero de presidio en el campo de concentración de la Brigada Goemez, situada en la autopista Richieri, a doce kilómetros de Buenos Aires por el camino de Ezeiza.
"En mayo de 1976", dice el testimonio, "Haroldo Conti se encontraba en una celda de dos metros por uno, con piso de cemento y puerta metálica. Llegó el día 20. Dijo haber estado en un lugar del Ejército, donde lo pasó muy mal. Dijo que se había quedado encerrado en un baño, donde se desmayó. Apenas sí podía hablar y no podía comer. El día 21 pudo comer algo. Se ve que andaba muy mal porque le dieron una manta y lo iban a ver con frecuencia. En la madrugada del día 22 lo sacaron de la celda. Parece que lo iban a revisar o algo así. Estaba muy mal y no retenía orines".
El testigo no lo volvió a ver en la prisión. No ha habido gestión, ni derecha ni torcida, que la esposa y los amigos de Haroldo Conti no hayamos hecho en el mundo entero para esclarecer su suerte.
Hace unos dos años sostuve una entrevista en México con el almirante Emilio Massera, que ya entonces estaba retirado de las armas y del Gobierno, pero que mantenía buenos contactos con el poder. Me prometió averiguar todo lo que pudiera sobre Haroldo Conti, pero nunca me dio una respuesta definitiva. En junio de 1980, la reina Sofía de España viajó a Argentina al frente de una delegación cultural que asistió al aniversario de Buenos Aires. Un grupo de exiliados le pidió a algunos miembros de la comitiva que intercedieran ante el Gobierno argentino para la liberación de varios presos políticos prominentes. Yo, en nombre de la Fundación Habeas, y como amigo personal de Haroldo Conti, les pedí una gestión muy modesta: establecer de una vez y para siempre cuál era su situación real. La gestión se hizo, pero el Gobierno argentino no dio ninguna respuesta.
Sin embargo, en octubre pasado, cuando ya estaba decidido su retiro de la presidencia, el general Jorge Videla concedió una entrevista a una delegación de alto nivel de la agencia Efe, y respondió algunas preguntas sobre los presos políticos. Por primera vez habló entonces de Haroldo Conti. No hizo ninguna precisión de fecha, ni de lugar ni de ninguna otra circunstancia, pero reveló sin ninguna duda que estaba muerto. Fue la primera noticia oficial, y hasta ahora la única. No obstante, el general Videla les pidió a los periodistas españoles que no la publicaran de inmediato, y ellos cumplieron. Yo considero, ahora que el general Videla no está en el poder, y sin haberlo consultado con nadie, que el mundo tiene derecho a conocer esa noticia.
Gabriel García Márquez
1981
http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=3130